lunes, 24 de febrero de 2014

Por estos días

Gracias.
Me ha gustado tenerte cerca, sentirte tan cerca. Y sentir que te importo más que nada, sentir que te gusta cuidarme, que disfrutas haciéndolo más que con cualquier otra cosa. A mí me gusta sentirme cuidada por ti.
Gracias, porque me das lo justo, sin pasarte. Lo que necesito y justo cuando lo necesito. 
Gracias por aguantar mis malas caras, mis malos ratos, mis manías y mis rarezas y por hacerlo siempre con una sonrisa, dispuesta a sacarme una a mí también.
Gracias por aceptarme como soy, con cada defecto, con mi mala leche, mi mala memoria y mi característica bordería. Gracias por esos abrazos que me has dedicado y cada beso, cada caricia. 
Me encanta esa sensación, gracias.

jueves, 20 de febrero de 2014

Lléname la vida

Me consumes.
Me fatigas.
Me desarmas.
Me aniquilas.
Me matas.
Me encantas.

Te deseo.
Un deseo.
Mi deseo.
Deseando té.
Té en la mañana.
Té al mediodía.

Léeme. Embriágame. Destrózame.
Quiéreme. Suicida, loco.
Maniático, perverso.
Quítame el frío.
Agítame.
Lléname la noche.
Lléname la vida, mi vida.

martes, 18 de febrero de 2014

Es así

¿Y no sería mejor dejar que las cosas vayan sucediéndose por sí solas?
¿Es necesario aclarar todo aquello que sentimos, cuando a veces ni siquiera una misma puede explicarlo?
¿Hay que definir qué somos y por qué para poder disfrutar y estar bien?
Pienso que muchas veces se intenta "encajonar y delimitar" en exceso los sentimientos, si estás bien con una persona, esa persona lo sabe, y aún mejor, lo siente.
Sin más rodeos, sin darle tantas vueltas.
Expande tus límites.
Vive el momento, es hermoso.
Y no lo tapes con los formalismos establecidos, que será lo que tenga que ser.


jueves, 13 de febrero de 2014

A veces

A veces ocurre que no te enamoras de alguien, sino de algo. De una idea, de un arquetipo. Te enamoras de un modelo inalcanzable. Y esas exigencias se derivan de los palos que te has llevado en un pasado consternado y del miedo a bajar dicho listón de exigencias porque volverías a ser vulnerable ante cualquier persona.
A veces ocurre que, deseando enamorarte de alguien, te limitas a centrarte en los defectos y las carencias de la persona en cuestión, buscando motivos para no caer en la trampa. Dando un paso atrás cada vez que te sientes frágil e indefensa. El amor es así de atolondrado.
A veces también ocurre que la gente se cansa de ver que no cambias, de ver el blindaje infinitamente grueso que construyes a tu alrededor. Yo, por ejemplo, soy una persona muy ilusa, no hacia el sentido de la inocencia, sino más bien enfocado hacia la ensoñación. De ahí nace mi temperamento procurador. Me gustaría alcanzar lo inalcanzable. Hacer posible lo imposible. Y no soy de creer en los imposibles, pero hay veces que sí, que hay cosas que escapan a tu control y que por mucho empeño que pongas, no va a ser como te gustaría.
Siento que quizás mis pensamientos deberían evolucionar hacia un estado más confiado y esperanzador. Pero siempre hay algo que me lo impide. Miedo a la caída o tal vez a no poder volver a levantarme. Miedo a más cicatrices, a más rotos. Miedo a que no sea como espero, sino peor.
Estoy bien en mi utópico mundo y la realidad es demasiado cruel a veces.
Hay luces que me ciegan por ser tan claras.

Y sin embargo a veces te encuentras con gente capaz de tambalear todas y cada una de tus ambiciones y hacer que prácticamente pierdan el equilibrio, gente que te hace replantearte si lo que has estado pensando hasta ese momento es apropiado o susceptible de cambio. También hay gente de la que sólo buscas escudarte, alejarte. Hay gente que no sabe lo que quiere ni de lo que es capaz con sólo sonreírte o abrazarte. Hay gente que son los pilares fundamentales de la vida de una persona, y que todo perdería sentido sin ellas.  Hay personas que te pueden atormentar y personas que saben cómo alegrarte. 
Pero tú no eliges quién se va a cruzar en tu camino, sólo puedes decidir quién se queda, 
quien realmente vale la pena.