martes, 15 de abril de 2014

Perder por pasar

¿Nunca habéis sentido que perdíais algo por haber adoptado una actitud pasota? 
Se puede decir que llevo prácticamente un año sin darle demasiada importancia al amor, al afecto, al cariño, no solo entendido como pareja, también a las amistades. Quizás he estado demasiado desentendida, distraída, ida, sin más. Ahora es cuando empiezo a plantearme si éste es el estilo de vida que quiero llevar en un futuro próximo y creo que yo sola me autoniego antes incluso de terminar la pregunta. Lo que se me hace difícil es tratar de cambiar la situación. No puedo obligarme a preocuparme por algo si no me nace hacerlo en realidad.

Hace un año decidí vivir. Sí, vivir. Lo que hacía hasta entonces se resumía en comerme la cabeza día sí, día también. Preocuparme en exceso, ver problemas donde no los había, inquietarme, alterarme por nada. Y llorar, llorar, llorar mucho. Por lo que decidí vivir, mucho más indiferente e impasible a todo lo que me hacía daño. Que por aquel entonces, era todo. 
Así que me metí en mi mundo, en mi burbuja, cerré con llave y ni salía ni dejaba entrar a nadie. 
A día de hoy sigo allí metida, salgo algunas veces a colarme entre la gente, a recordar a qué sabe la compañía, pero me sigue resultando complicado emerger de aquel sitio en el que me siento tan a salvo, tan segura, tan indestructible. Sin embargo, también siento que me pierdo cosas, que mi vida es un escaparate y voy dejando que todo pase sin hacer nada al respecto. 
Yo siempre he pensado que es tan importante aprender a ser paciente como saber aprovechar las oportunidades que se presentan. Porque cualquier experiencia, aunque acabe en catástrofe, te hace aprender y crecer como persona. 
Para no repetir errores, hay que cometerlos primero, sino ¿Cómo sabríamos que era un error? No puedo negar que me da miedo equivocarme, pero más miedo me da quedarme encerrada sin intentarlo.