A veces ocurre que no
te enamoras de alguien, sino de algo. De una idea, de un arquetipo. Te enamoras
de un modelo inalcanzable. Y esas exigencias se derivan de los palos que te has
llevado en un pasado consternado y del miedo a bajar dicho listón de exigencias
porque volverías a ser vulnerable ante cualquier persona.
A veces ocurre que,
deseando enamorarte de alguien, te limitas a centrarte en los defectos y las
carencias de la persona en cuestión, buscando motivos para no caer en la
trampa. Dando un paso atrás cada vez que te sientes frágil e indefensa. El amor
es así de atolondrado.
A veces también
ocurre que la gente se cansa de ver que no cambias, de ver el blindaje infinitamente
grueso que construyes a tu alrededor. Yo, por ejemplo, soy una persona muy
ilusa, no hacia el sentido de la inocencia, sino más bien enfocado hacia la ensoñación.
De ahí nace mi temperamento procurador. Me
gustaría alcanzar lo inalcanzable. Hacer posible lo imposible. Y no soy de
creer en los imposibles, pero hay veces que sí, que hay cosas que escapan a tu
control y que por mucho empeño que pongas, no va a ser como te gustaría.
Siento que quizás mis
pensamientos deberían evolucionar hacia un estado más confiado y esperanzador.
Pero siempre hay algo que me lo impide. Miedo a la caída o tal vez a no poder
volver a levantarme. Miedo a más cicatrices, a más rotos. Miedo a que no sea como espero, sino peor.
Estoy bien en mi utópico
mundo y la realidad es demasiado cruel a veces.
Hay luces que me ciegan por ser tan claras.
Y sin embargo a veces
te encuentras con gente capaz de tambalear todas y cada una de tus ambiciones y
hacer que prácticamente pierdan el equilibrio, gente que te hace replantearte
si lo que has estado pensando hasta ese momento es apropiado o susceptible de
cambio. También hay gente de la que sólo buscas escudarte, alejarte. Hay gente
que no sabe lo que quiere ni de lo que es capaz con sólo sonreírte o abrazarte. Hay gente
que son los pilares fundamentales de la vida de una persona, y que todo
perdería sentido sin ellas. Hay personas
que te pueden atormentar y personas que saben cómo alegrarte.
Pero tú no eliges
quién se va a cruzar en tu camino, sólo puedes decidir quién se queda,
quien realmente vale la pena.