sábado, 6 de enero de 2018

Mi mejor regalo de reyes

Después de 3 años sin escribir, aquí estoy. He vuelto, para hablar de amor.
¡Amor! ¿Qué es eso?
Debo admitir que había desechado cualquier idea relacionada con este concepto. Mucho tiempo sola (y aún con gente, sintiéndome sola), muchas ilusiones rotas, muchos sentimientos muertos.

Creí que ya no lo encontraría, incluso me daba miedo. Y no sólo lo he encontrado, lo he descubierto. Lo he descubierto por primera vez en mi vida, de la forma más pura y sincera.
Y es fácil amar así. Y es maravilloso.
A día de hoy, todavía me cuesta creer que existe, que haya decidido que sea yo quien le complique la vida y que quiera compartirlo todo conmigo.
Estas navidades parecían otras más, como las de siempre. Pero apareció ella. Así, sin avisar, de la nada. Atropelló mis miedos, mis dudas, mi mala leche, me cogió de la mano y me hizo volver a creer, volver a ilusionarme.
Volver a querer.
Ella tiene ese latido que va al compás del mío, al mismo ritmo y con la misma intensidad. Es ese precipicio por el que siempre quiero tirarme, porque renazco nueva y más fuerte cada vez. Es esa risa que te da vida y te la quita si se apaga. Esa mirada que ruboriza, esas manos que estremecen y esos abrazos que te hacen sentir segura. No creo que se pueda pedir nada más.
Si me preguntaran qué es el amor, quizás no sabría dar una respuesta concreta, pero sin duda diría su nombre. Pues ella es amor, el mío concretamente y es la sensación más bonita del mundo.
Ella se vuelve roca cuando me desmorono. Y paracaídas cuando estoy a punto de caer. Es la sonrisa más verdadera y desinteresada que he conocido. Ella es música, luz, todos los colores que existen, poesía, verso, prosa, narración y la mejor historia que se podría contar. Ella es musa e inspiración. Es quien me hace flotar cuando no queda oxigeno en el aire. Es la meta de todos y cada uno de mis propósitos. Es mi fuerza antes de desistir, es aliento. Es motivación y comprensión. Ella es quien no me juzga, quien me deja ser yo misma y se queda a mi lado incondicionalmente.  Es la parte favorita de mis días. Mi locura y mi cordura. Mi tranquilidad y la alteración de todos mis sentidos. La última pieza del puzzle, ese tornillo que me faltaba. Esa milésima de segundo justo para salvarte.
Es el paisaje más jodidamente bonito de este planeta.
Se ha convertido en todo eso sin lo que ya no quiero vivir. Me basta con saber que existe y se hace notar, pues sus hechos son más fuertes que sus palabras. 
Y no puedo hacer otra cosa más que quererla, por encima y por debajo de todo.