sábado, 6 de septiembre de 2014

Dejarse llevar

Hay personas que aparecen en tu vida con el único propósito de complicarte la existencia.
Algunos simplemente pueden evitarlas, girarse hacia otro lado, dar media vuelta y decidir que eso no lo es que quieren.Y siguen su vida, con determinación. Capaces de mantenerse alejados del peligro.
Otros, en cambio (los locos les dicen) se dejan complicar. Más bien, no pueden hacer nada por evitarlo. 
Y aunque sí, la hostia final es inminente e ineludible, ellos se dejan llevar. 
La razón es simple: la adrenalina de embaucarte en alguna aventura en la que no deberías.El subidón. Porque son las pequeñas cosas de la vida las que te hacen disfrutar al máximo, las que te hacen temblar y gritar y sudar y despeinarte. Y una vez lo pruebas siempre quieres más. Los límites se desvanecen, eres capaz de todo por volver a sentir ese vértigo, ese escalofrío por la columna, esa sensación de grandeza. 
Y después llega el golpe. 
A veces es como una mera bofetada y a veces parece que te rompa todos los huesos. 
Esa gente (los locos) sí que sabe lo que es vivir, porque han experimentado el clímax más intenso al dejarse llevar. Y claro que sabían cómo acabaría, pero aun así se dejaron llevar. Se arriesgaron y conocieron el mayor disfrute que pueda existir. 
Las cosas se complican después, pero... qué bonita la locura mientras dura.

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