Si
tuviera que pedir algo esta noche no sería nada más que tu presencia. Que
rompieras este sobrecogedor silencio con uno de tus suspiros,
mientras me envuelves en tus brazos.
No podrías entenderme a menos
que te adentraras en mis sueños, allí están mis actos más
cobardes y mis tímidas palabras.
He de reconocer que no me he
atrevido a dejarme caer por completo en tu red, precisamente por el
miedo intrínseco a tu reacción. Y que muchas veces no he logrado
comprender tus inseguridades, que por consiguiente pasaban a ser mías
también.
Ahora, como en tantas ocasiones, me encuentro desorientada en
medio de la nada, aguantando los impactos de un pasado amargo.
Dicen
que el tiempo todo lo cura, pero tu veneno... tu veneno sigue
rondando bajo mi piel, muy profundo.
Me queda la vaga ilusión de que algún día tu corazón escuche los lamentos del mío, roto, y venga a
reconstruir sus pedazos, a sanar las heridas y a borrar el dolor de
mi vida. Trato de luchar contra todos estos pensamientos que me invaden, contra mi propia
conciencia, pero el corazón, estúpido, decide ir en otra dirección. Es
tan difícil y cruel quererte tanto y al mismo tiempo tener que huir de estos
sentimientos. Como si cada abrazo me quemara y cada beso me
intoxicara, como si cada paso me guiara al vacío.
Hace tiempo que
decidiste limitar, por miedo a terminar heridas y sin embargo, aquí
estamos, queriéndonos bajo techos distintos, sobre almohadas
distintas.
La mitad de mi sólo quiere echar a correr, dejar atrás esta situación, mas la otra
mitad sigue esperando por tu complaciente regreso.
Sólo hazme un favor, échale un vistazo al camino que conduce hacía mi y
dime que no lo cogerías, que no es lo que realmente quieres.
Sé que
no se trata de esperar a que aparezcan sentimientos por mi, si no de
lograr que surjan, pero entiende que no puedo dar un paso en falso
con tu indecisión dominando esta realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario