Lo
siento, pero dejé de entenderte.
Y me cansé de seguirte. Me cansé
de intentar cruzar todos tus límites, tropezando cada día con la
misma piedra. Me cansé de darlo todo por ti, para hacer que te
sintieras segura y confiaras en mi, para que no soltaras mi mano.
Murieron mis ganas con cada una de tus palabras. Me cansé de tus
extremismos, de la bipolaridad que te invade, y conseguiste sacarme
de quicio. Me cansé de preocuparme tanto por ti, de inventar
pequeños detalles que tan poco te importaban. Me cansé de no verte,
de no poder saber como era tu sonrisa, cómo bajabas la mirada cuando
te ruborizabas o cómo sabían tus abrazos.
Cuando
lo único que haces es esperar, el tiempo corre muy lentamente y
consume tus energías, dejándote tirada, abatida y pensando en cada
esquina.
No puedo explicarte demasiado mi situación, porque por
mucho que lo intente, todo se resume a que no entiendo tus idas y
venidas, tus desequilibrios y tu caos.
Estaba dispuesta a ser
fonambulista en tu cuerda floja, pero tu misma me empujaste al vacío.
La indiferencia por tu parte me hizo ver que no valía la pena seguir
con esta farsa.
Cada vez que volvías, me convencías. No obstante,
tuve el valor necesario para quedarme contigo y aguantar lo que viniera. No
salió bien. Que estuviera pendiente de ti te asustaba, no querías
sentirte asfixiada ni agobiada, sin embargo nunca te exigí nada y aunque no
lo creas, hace bastante que dejé de esperar algo de ti. Creo que no
es el momento, que estás cansada antes de empezar, que ya nada te
convence. He caído sola en esto. Pero ahora he decidido marcar yo el
límite. Hasta aquí los días de desconcierto y tu locura
transitoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario