Y
afronté todas las consecuencias que ello conllevaba. Elegí que tu
fueses la persona que llenase mis días de sonrisas. Elegí que tú
fueses parte fundamental de mi vida. Elegí que me comieras a besos.
Elegí también tu voz al otro lado del teléfono. Elegí llorar por
ti de vez en cuando, elegí creerme tus verdades y “creerme” tus
mentiras. Elegí que no quería otros abrazos, ni otras manos
deambulando por mis caderas y por mi pelo. Elegí que tú fueras mi
locura y mi cordura. Elegí las idas y venidas, los saludos y las
despedidas. Elegí la impotencia y la incertidumbre. Elegí el miedo
a fallar y los impulsos. Elegí perderme en tus miradas. Elegí
temblar por ti. Elegí hacerme adicta a cada una de tus manías y a
tu manera de hacer las cosas. Elegí conservar intacto cada momento,
y dejarte huella. Elegí no hablar de ti, si no de nosotras. Elegí
no callarme nada. Elegí dártelo todo. Elegí ser fuerte. Elegí no
poner límites. Elegí arriesgar y jugármela por tí.
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